Siempre se ha postulado que una de la pruebas supremas de la capacidad plástica, creativa de un pintor es la ejecución del retrato, Alexander Sucasaire en este reto es un maestro, a pesar de su relativa juventud destaca en diversos planos que exige la practica creativa.

En ese torbellino que es el tren de su carrera artística, en ese desarrollo multifacético de sus propuestas estéticas que son 20 años de ejercicio profesional, Alexander Sucasaire hace un alto, vuelve a sí mismo para expresar su relación filial entrañable con su madre, para expresar este afecto, Alexander no apela al sentimentalismo ni a las imágenes convencionales, siendo esta vez la modelo, su progenitora. Su propósito es trascender las expresiones físicas para rebelar el plano ontológico de Nicolasa, su identidad trascendente, la sintonía espiritual que une a madre-hijo, esta conexión nutre al pintor, al maestro que es Alexander Sucasaire, esta comunicación se da desde el origen filogenético: la mama pacha que se concreta en el presente en mamá Nicolasa sí, Nicolasa corazón.

Cuando Alexander me expresa su propósito de hacer una exposición en homenaje a su madre, me imaginé que pintaría unas madonas andinas, maternidades clásicas, me equivoque Alexander Sucasaire no nos presenta imágenes formales del afecto madre-hijo, singularmente explora la dimensión afectiva en los celajes de su sentimiento, en el arcoíris de su amor matinal, los ojos de Nicolasa son las ventanas al entrañable, al insondable océano, en una palabra a la fuente en que el artista (que es Alexander) se nutre y recibe la verdad, la sabiduría de ser primero hijo y luego augur, maestro convocante y relevante del más puro y delicado sentimiento del hombre: el amor a la madre.

Ulises Loyola Balarezo
Trujillo, 07 de setiembre de 2021