EXPOSICIÓN
PINTURAS

GALERÍA
Centro Cultural UNSA. Galería II

ARTISTA
Jairo Robinson / José Luis Carranza

CURADURÍA
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PERIODO
Noviembre

Una conversación silenciosa

Es indudable que existe una comunicación entre las obras al observar en simultáneo el trabajo de José Luis Carranza y Jairo Robinson. La clave está en aceptar que los límites de esta experiencia no se encuentran en los bordes de las telas ni en la confrontación de dos estilos tan diferentes. Más bien, ocurre en un lenguaje que va más allá de la pintura y los pinceles.

Sucede que desde hace casi quince años ambos pintores comparten el mismo espacio de creación. Y tanto Carranza como Robinson han sido testigos de excepción del esfuerzo y las frustraciones que acompañan al proceso creativo del otro. Con ello, las pinturas en esta muestra han coexistido desde sus primeros esbozos hasta ser trabajos ya firmados.

Esto no quiere decir, por supuesto, que las ideas de un artista necesariamente repercutan en la obra del otro. La independencia en la propuesta de cada pintor es marcada a simple vista. Lo que se observa, más bien, es una conversación silenciosa en la que cada uno crece en paralelo a su par, pero sin dejar de ser influenciado por su presencia.

Encontrar un balance en esta experiencia requiere una madurez artística en la que la insatisfacción y los triunfos que acompañan al resultado plástico puedan ser compartidos. En un taller común, es imposible ser ajeno a una buena pintura ni se puede ignorar una composición cuando no logra ser concretada. Venga de cualquiera de los dos lados.

A lo largo de la historia del arte han existido otras muestras de simbiosis creativa similares. En más de una oportunidad, dos pintores han trabajado en un mismo espacio físico y la influencia de cada uno permitió crear paralelismos en el trabajo del otro. Basta acaso con recordar la amistad de Lucian Freud y Francis Bacon, así como el estudio compartido por Robert Rauschenberg y Jasper Johns en la década de 1950 para entender esta conexión.

Por otro lado, alcanzar este nivel de comunicación exige también seguridad. No solo en el estilo construido por cada artista, sino en lo que el movimiento de sus manos puede lograr con el pincel. Solo así la influencia del otro puede tornarse en inspiración y motor de creación extrasensorial.

Creo que por eso los trabajos de Carranza y Robinson se complementan tan bien. Incluso sin proponérselo, ambos artistas llevan a cabo un aprendizaje en conjunto del que no han sido totalmente conscientes. Y así, ya sea en los cambios cromáticos de la paleta o en la dificultad de la composición, la evolución en el trabajo de estos artistas a traído retos similares que responden a mayores inquietudes.

La exposición que presentan ahora es evidencia de esa madurez pictórica. El dominio del espacio en ambos casos ha permitido desarrollar propuestas de mayor complejidad que aquellas mostradas en su primera muestra bipersonal, en el 2016 en Cusco. Contemplar esta exposición es asistir a un baile que involucra doce obras inéditas, seis para cada pintor y todas de reciente manufactura.

¿Y cuáles son los límites para estas composiciones? La respuesta aún no está definida. Mientras exista el vínculo entre ambos artistas, la curiosidad de cada uno seguirá alimentando el talento del otro. Y así, como si se tratara de un verdadero dilema filosófico, nunca se podrá identificar el origen que da lugar a la creatividad de cada pintor en un taller cargado de óleo, trementina, acrílico, cintas y pinceles.

 

Alek Brcic Bello
Lima – setiembre, 2021