EXPOSICIÓN
Hojas Secas, Viento y la Nada

GALERÍA
Virtual

ARTISTA
Juan Carlos Borja Castro

CURADURÍA
Sofía Gamboa Duarte

PERIODO
Agosto

En una época donde la realización de una fotografía está al alcance de quien posee un teléfono móvil somos bombardeados por miles de imágenes cada día, muchas compuestas de forma atractiva, otras realmente bellas de acuerdo a los estándares de la estética convencional; algunas creativas, otras atrevidas y varias con la fortuna de atrapar en un instante un evento importante en la historia de la humanidad.

Frente a dicha diversidad de imágenes y su inmediata difusión nos preguntamos ¿qué hace un fotógrafo en la actualidad? ¿Qué pasa con las técnicas, los formatos y los materiales empleados por la fotografía en nuestros días? Por supuesto que el fotógrafo profesional también hace uso de los recursos tecnológicos que aparecen año tras año y además, afortunadamente, los medios tradicionales siguen proporcionando vías de creatividad y oportunidades de búsqueda sin igual.

Juan Borja, fotógrafo peruano, disfruta de los medios tradicionales y también de los elementos naturales de su entorno para crear composiciones originales en base a una propuesta estética con múltiples posibilidades de interpretación narrativa de acuerdo a las vivencias, gustos y estados anímicos del espectador. Biólogo con especialidad en ecología, de formación académica, es un observador minucioso de la flora local y emprende a diario incansables búsquedas de hojas, tallos, plantas y semillas para crear composiciones únicas y provocativas a la percepción de públicos variados. A pesar del éxito internacional alcanzado por las bellísimas formas vegetales fotografiadas por Juan Borja en blanco y negro, su trabajo incluye temas de naturaleza muerta vegetal y animal, paisaje urbano, retratos y composiciones visuales de estilo tanto formalista como conceptual.

 

Sofía Gamboa Duarte

Textura que se desvanece entre sombras apenas insinuadas o muy marcadas, es el escenario donde una hoja o una planta son protagonistas. Pequeñas ondulaciones, dobleces, luces y resplandores, nunca brillantes ni intensos, dan movimiento y volumen al elemento protagónico. Estas variaciones de luz y textura en el fondo marcan curvas y delimitan líneas con fuerza poética, elegante y sublime.

Sombras o luces, texturas o planos contrastan atractivas figuras en un fondo donde no se distinguen bases ni muros. Los objetos son delimitados, a veces, por una tenue franja de luz que aparece como el oleaje de un mar de viento emergiendo desde el papel en la base de una planta sin raíces.

Ramas con calabazas y con semillas se levantan como personajes fantásticos de mundos desconocidos. Bulbos anchos y delgados son mostrados como reliquias de exquisita esencia; una sábila con raíz o sin entrañas, horadada y abandonada fue aislada de su contexto y aparecen ante la mirada en un dramatismo exquisito.

Hojas en soledad o entrelazadas por conjunto, son elevadas desde un estatus como objeto para estudio al de elemento poético en un libro de arte. Anatomías de animales reales o fantásticos, texturas abstractas, formas y composiciones de un visionario escultor son plasmadas en blanco y negro para crear nuevas historias y experiencias.

A pesar de que la inmensa mayoría del trabajo de Juan Borja es en blanco y negro, el color no está excluido del todo; encontramos por ejemplo, la fotografía a color de una planta con raíces en un lumínico fondo azul. Enigmático ser de otro mundo, quizás acuático, tal vez inter espacial, se sostiene de pie inclinado y a la vez erguido; sometido, humillado y doblegado pero altanero, impasible e indomable también. Tiene manos tentáculos listas para pelear, para defenderse o imponerse al acechante si hace falta; ignoramos si está de frente o de espalda, si va o viene, si baila o se alza o utiliza todo su esfuerzo para sostenerse porque apenas toca el suelo pero permanece erguido y completo.

Destaca también, entre las excepciones a color, una lustrosa flor encarnada sobre fondo verde oscuro de hermosa textura. Un poco marchita, antes de morir, se mantiene erguida con un poderoso pistilo, quizás delfín que intenta escapar al mar o el dedo de un oráculo que señala el sino para algún observador aludido.

Las piezas de Naturaleza muerta incluyen dos fragmentos de un gallo y un molusco entero. La cabeza del ave con piel desgarrada en el cuello tras ser arrancada de su cuerpo, es sostenida sobre sí misma en medio de la oscuridad, muestra con detalle cada diversidad de su composición desde el perfil derecho; cresta, piel, restos de plumas, el ojo y el pico dicen algo; la impávida cabeza aún susurra una nota. Contrasta la taciturna ave con una gelatinosa forma expandida en tentáculos cubiertos con ventosas y un globo al centro semi oculto por una diminuta boca, tal vez abertura de desecho al centro de una gran masa de carne blanquecina; brillo lustroso de una piel extremadamente suave de un cuerpo sin huesos que lo sostengan.

 

Sofía Gamboa Duarte

El segundo tema de mayor interés para Juan Borja comprende los escenarios urbanos donde encuentra retazos de historias humanas. Tiene predilección por sitios olvidados, despreciados, marginados y ocultos al transeúnte habituado a la monotonía.
Coloca su mirada en edificios abandonados por la gente y por el tiempo o por las autoridades, mientras más antiguos y viejos mejor. Despojos de los ricos, objetos abandonados; contrastes de formas y de texturas en pisos, madera, paredes, herrería o los mismos reflejos en algunos cristales.
Bocanadas de polvo y humedad en un edificio al filo de la destrucción, pasillos y escaleras de elegantes transitares de antaño, un triste órgano en la habitación carcomida por el olvido, puertas o el hierro forjado en ellas testimonian señoriales opulencias de otros tiempos.
El portón de un templo y un ábside semi destruido, la pobreza de una vecindad aún con inquilinos; el mostrador con botellas en un rústico restaurante que todavía procura servicio y su entrada, observada desde el interior, dan cuenta de la lejanía que ha separado a la opulencia.
Nostálgicos recorridos por calles solitarias, el misterio de una portezuela y las sombras en torno a un farol, empequeñecen el mundo y oprimen el corazón. La negra silueta de un majestuoso árbol en un parque nocturno se impone al centelleo de una ciudad en vela.

 

Sofía Gamboa Duarte

El trabajo de Juan Borja no está concentrado únicamente en los temas mencionados anteriormente, incluye también contenidos y composiciones novedosas desde la creatividad compositiva en el retrato, bodegones vanguardistas y otras propuestas estéticas sobre reflexiones, tanto de ideas sociales y culturales, como de arte conceptual.
En este conjunto podemos observar retratos de mujeres jóvenes de marmórea tez, con posturas y personalidades profundamente recatadas, en quienes destaca un brillo en su mirada y resplandor en los rostros. Sobrias y cándidas muchachas de cuerpos eclipsados por pudorosos y oscuros vestidos de otros siglos son sorprendidas por la mirada de Juan Borja en las calles de una ciudad exenta en el paso del tiempo.

Hay un marcado contraste entre la dulzura de aquellas mujeres y dos estatuas religiosas en madera policromada, la Virgen del dolor y un Cristo a gatas, ejemplos estos últimos de calvario y de un pesar más intenso que lo imaginario.
Sin embargo, no todo es clásico en el imaginario de Juan Borja, el entusiasta fotógrafo ha sido seducido también por el figurativismo contemporáneo de contrastes entre formas geométricas con luces y sombras. Juegos ópticos entre negativo y positivo, fondo y figura, la rigidez con lo ondulante, lo frio con lo cálido atrapan su mirada y conforman nuevas composiciones lejos del naturalismo meticulosamente trabajado.

La cocina es su laboratorio y varias sus fuentes de inspiración, Juan Borja juega con un tenedor doblado y su sombra, un plato, una cuchara y un huevo para tejer ondas de luz y oscuridad. Un maniquí de los años 60 que en su pecho lleva un reloj, a la usanza surrealista, sustituye las profundas miradas de románticas mujeres y abre paso a la impersonal y fría convivencia de las personas en la actualidad entre aparatos de ondas y radiaciones.

La obra fotográfica de Juan Borja nos deja ver su interés por la forma infinita sobre un fondo negro intenso en el que destaca la blanca luminosidad, de una flor o una escarola. También gusta de los grises en todas sus escalas como punto de partida de preciosistas narraciones visuales de las que cualquiera puede participar y en las cuales es posible reconocer alguien o algo familiar.

 

Sofía Gamboa Duarte