Alejandro Núñez Ureta destacó su obra acuarelística desde los 7 años de edad cuando presentó un dibujo en la galería fotográfica de Manuel Mansilla, que un cronista calificó “anuncio a un futuro digno de revelaciones”. En la pintura fue autodidacta, a los 20 años participó en varias exposiciones colectivas, como en 1944 obtuvo un premio de la Embajada de Japón por una escultura en madera, cuatro años más tarde fue galardonado, por diversa instituciones, en virtud de la excelencia de su dominio técnico de la acuarela y del grabado en madera
Haciendo una remembranza de los más grandes artistas arequipeños, recordamos con orgullo a un pintor autodidacta, apasionado por la campiña de Arequipa, sorprendido ante un sol resplandeciente con gamas de grises que ostentan sus sombras, hurgando siempre en los matorrales, atento al arrullo de las aguas, ante el espectáculo maravilloso de un atardecer; estamos hablando del “Pintor de la Naturaleza” ALEJANDRO NÚÑEZ URETA.
Nació un 27 de febrero de 1920, en el poético barrio de San Lázaro, hijo de don Pedro C. Núñez Ponce y Julia Ureta Groslinger. Sus primeros estudios los realizó en el centro de enseñanza “Armando Rivera” y la secundaria en el “Colegio Nacional de la Independencia Americana” y desde muy pequeño mostró su destreza en la acuarela, la talla en madera y la poesía. Compartió sus juegos infantiles en su Sachaca, donde pasó sus vivencias de juventud, apasionado por el fútbol y los toros, se desempeñó como arquero del Club White Star, donde lo apodaron como “el Huato”.

Equipo de fútbol Club White Star. (Fotografía de la familia Núñez)
Conformó parte de una familia de renombrados y sobresalientes artistas plásticos, como Teodoro y Carmela Núñez Ureta (poetiza) y tío de Teodoro Núñez Rebaza (muralista) que siempre reconocieron su vida con sencillez, sus trabajos con amor y defender con inteligencia su sensibilidad.
Se trasladó a Lima para seguir estudios en la Escuela de Artes y Oficios de donde egresó como Arquitecto en 1945, profesión práctica que desarrolló en la Compañía Flores y Costa, después de 20 años la empresa cerró, culminando este trabajo fue llamado para enseñar dibujo geométrico, perspectiva y fundamentos de arquitectura en la Escuela de Bellas Artes Arequipa.
En ese mismo año (1945) regresando a Arequipa, se presentó en la casa del destacado pintor japonés José Miguel Yukimura y solicitó formalmente la mano de su hija, se casó con Nelly Yukimura Bedoya y tuvieron siete hijos (Alejandrina, Carmela, Ángela, Ada, María, Alejandro y Pedro), los cuales también siguieron sus pasos en el arte.

Alejandro Núñez en paseo familiar. (Fotografía de la familia Núñez)

Alejandro y su familia. (Fotografía de la familia Núñez)
Alejandro Núñez Ureta destacó su obra acuarelística desde los 7 años de edad cuando presentó un dibujo en la galería fotográfica de Manuel Mansilla, que un cronista calificó “anuncio a un futuro digno de revelaciones”. En la pintura fue autodidacta, a los 20 años participó en varias exposiciones colectivas, como en 1944 obtuvo un premio de la Embajada de Japón por una escultura en madera, cuatro años más tarde fue galardonado, por diversa instituciones, en virtud de la excelencia de su dominio técnico de la acuarela y del grabado en madera, en 1956 obtiene el primer premio del Concurso Nacional de Pintura que organizaba la Municipalidad de Arequipa y ese mismo año, obtiene el premio en el Salón de Acuarelistas de Lima. Así mismo, participó con otros artistas en exposiciones colectivas en el grupo “Vinatea Reinoso”. Siempre en sus acuarelas mostraba el mantenimiento de su independencia técnica, la personalidad que tenía para reproducir la realidad, calzar el color y la trasparencia de la atmósfera arequipeña, que eran de una calidad extraordinaria.

Alejandro Núñez y su esposa Nelly Yukimura. (Fotografía de la familia Núñez)
Al margen de la acuarela, otra de sus aficiones fue la talla en madera en la cual realizó pocos trabajos, como lo recuerda su amigo Darío Pariente Guzmán, con quien en una oportunidad caminaban por la campiña de Sachaca, donde sus ojos ávidos descubrieron un trozo de molle semejante a la de un toro de lidia, dijo….”lástima que sea puriciego pero me lo llevo a mi casa” lo levantó con cariño y lo llevó a su casa de Miraflores, después sacó algunas gurbias, he hizo en el tronco lo que vio en su imaginación, una cabeza de toro.

Talla de cabeza de toro. Escultura de Alejandro Núñez
Solía salir los domingos a un lugar de la campiña a pintar con sus dos menores hijos, a él se sumaban, su sobrino Pablo Núñez Ureta y algunos de sus discípulos más destacados como (Carlos Ticona, Reynaldo Núñez Simborth, Percy Ludeña, Agustín Ferró, José Pantigoso, Luis Pantigozo) a los cuales enseñó en la Escuela de Arte Carlos Baca Flor donde fue maestro y algunas oportunidades fue a pintar con Luis Palao y Percy Hurtado Paredes.

Jornada de domingo. (Fotografía de la familia Núñez)

Alejandro Núñez y Luis Palao. (Fotografía de la familia Núñez)
Terminada la jornada de pintura, se encaminaban a Arancota (en una chacra) donde servía de punto de reunión con el resto de la familia, allí la Sra. Nelly (su esposa) servía el almuerzo que había preparado con mucho amor y dedicación, no faltaba su pequeña fogata para calentar el ambiente alrededor, de esta manera enseñaba la importancia de amar la naturaleza.

Alejandro Núñez con su familia al término de pintar. (Fotografía de la familia Núñez)
Al caer el sol, todos visitaban algunas picanterías en Sachaca “La Lucila” o “La Fortunata” mayormente, donde se juntaba con otros pintores, amigos, poetas y escritores, apuraban unos “americanos” para rematarlos con chicha y anisado acompañados de la música de dos buenas guitarras y un cajón, la tertulia terminaba antes que pase el último carro que partía de la plaza principal del lugar y los llevaría a la ciudad.
Es en aquellas tardes de largas conversaciones y bebidas que afloraba el Alejandro alegre y bromista, lleno de vida dispuesto a cantar y recitar sus poemas que creaba en ese momento, muchas veces llenos de referencias a los camayos sudorosos, al bello paisaje arequipeño y a su profundo cielo azul, (como escribió un poema al CALLACAS, yerba de las alturas de Arequipa)
Pero la fatalidad lo esperaba a la vuelta de la esquina, el 11 de febrero de 1974, Alejandro salió como todos los días rumbo a la Escuela de Bellas Artes, pues ese día sería una larga jornada con sus alumnos que preparaban una exposición en la galería del Banco Popular, hoy conocida como Galerías Gamesa, allí trabajaron toda la mañana en el montaje y hacia las tres de la tarde, sin almorzar, se dio un descanso para tomar un café en la cafetería “Dante” con su entrañable amigo José Luis Borja Monje, cuando le sobrevino un intenso dolor en el pecho, alterado su amigo lo llevó de inmediato al hospital pero no pudo recuperarse del infarto sufrido y a las 8.30 pm dejó de existir cuando iba a cumplir 54 años el 27 de febrero.
La noticia fue trágica, no solo para su familia, sino para la comunidad cultural y artística de Arequipa, sus restos fueron velados en su casa y luego trasladados a la Escuela de Bellas Artes donde sus amigos, alumnos y profesores lo acompañaron, allí recibió el homenaje de la Escuela a través del director Miguel Ángel Cuadros y del director del Instituto Nacional de Cultura , el poeta Guillermo Mercado, quienes recordaron algunas anécdotas, su gran personalidad y su enorme aporte a la acuarela arequipeña.

Poema de Guillermo Mercado a Alejandro Núñez
Estuvo presente toda la familia, incluyendo a su hermano Teodoro como el presidente de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas (ANEA). El pintor Carlos de la Riva, habló del legado de Alejandro, para luego ser despedido a nombre de los alumnos de la Escuela por Agustín Ferró. Su cuerpo fue enterrado con todos los honores en el nicho 15 del pabellón Santa Bárbara, en el cementerio General.
Su hermano Teodoro siempre le decía: “Alejandro, tú eres mejor acuarelista que yo”. Y en una Exposición Retrospectiva que se realizó en 1975, después de su muerte, se dijo: “Pintor de los pueblos arequipeños, de los senderos del campo, de las arboledas y las montañas, de la gente en el trabajo campesino, de los viejos muros de sillar, de los patios de la vecindad, de las costumbres y los tipos que ha registrado todos los matices y casi todos los asuntos de Arequipa”.

Retrato al carboncillo de Alejandro hecho por su hermano Teodoro
A la vez, desde su cargo de profesor en la Escuela de Bellas Artes, influyó activamente en el grupo de jóvenes que ahora constituyen lo que llamaríamos una escuela arequipeña de pintura.
Agregar, que después de su muerte, hubo varias muestras pictóricas en homenaje a Alejandro, organizadas por el Grupo de Arte “Vinatea Reinoso” (lo integraron: German Alarcón, Mauro Castillo, Roberto Damián, Guillermo Delgado, Jaime Estruch, Percy Hurtado, Oswaldo López Galván, Víctor Martínez Málaga, Marcelo Martínez Gómez, Guillermo Mancilla, Federico Molina, Pablo Núñez Ureta, José Luis Pantigoso, Saúl Quispe, Manuel Rosas Rebaza, Manuel Talavera, Víctor Turpo, Enrique Urízar, Roberto Vargas, Juan Villanueva, Goyo Menaut, Manuel Castro).
Otro grupo de arte se denominó “Alejandro Núñez Ureta”, (lo integraron: Alejandro Flores Laime, Carlos Ticona Quispe, Percy Ludeña Osorio, Tito Velásquez Alvarado, Reynaldo Núñez Simbort, Luis Fernández Abuid) donde se destaca importantes artistas que integraron ambos grupos.

Amigos de la pintura. (Fotografía de la familia Núñez)
Asimismo, se denomina una de las aulas-taller de la Escuela de Bellas Artes, con el nombre de Alejandro Núñez Ureta en merito a su abnegada, sacrificada y ejemplar labor docente, como de indiscutible e insigne pintor nacional.
En el libro, “Los Acuarelistas Arequipeños”, Omar Zevallos nos dice: “Tanto Teodoro como Alejandro marcaron una época importante en la plástica arequipeña, pues, el academicismo romántico que de alguna manera impuso la escuela dejada por el Centro Artístico, a la fortaleza y a la consolidación de la acuarela como técnica depurada que lograron los hermanos Núñez Ureta en sus cartulinas. Sin duda, sembraron un hito en la historia que luego servirá para un nuevo impulso que le dieron otros grandes acuarelistas que le siguieron la huella”. A lo largo de esta investigación para el libro, la gran mayoría de pintores y críticos de arte concluyeron que Alejandro Núñez Ureta fue el mejor acuarelista que tuvo Arequipa y bastaba ver sus acuarelas para darse cuenta que esa conclusión tiene sustento en sus magistrales obras cargadas del color que resalta la luz de esta ciudad y la gama de grises que ostentan las sombras.
“CALLACAS”
Dios te ha creado en las alturas
y ahí estas sin saber lo que haces;
temblando de pensar tan solo
lo incierto de tu propio destino
cubierto de maleza, en las cumbres
desiertas de la sierra.
Y suplicas;
Dejadme ir Dios mío, detrás de ese pájaro oculto,
que canta en el camino,
no me detengas llorando en las alturas
quiero ser como él, amigo de los hombres.
Y un día aventurando enrumbaste,
tomando por camino las laderas del río;
bajando junto a él sin importarte acaso
lo espinoso de tu viaje,
sintiendo a tu paso ágiles gorriones
cuyo bello aleteo llena tu corazón de sobresalto;
siendo tu único fin llegar al pueblo arequipeño,
en donde vas desnudo por la orilla del río
aspirando incansable, el aire de su tierra.
Callacas;
las gentes viven muy cerca de tu vida
y nadie te conoce
cuando llora un niño o una campesina pasa,
tu corazón se oprime como si alguien te arrancara,
entonces tu miedo te parece un cementerio
donde un perro invisible aulla,
unido al sonido seco; la pala de un camayo
desviando tu río para dar agua a su campo.
Callacas;
te toca seguir y sales de mi pueblo junto a tu gran amigo,
vas conociendo nuevas caras, nuevos pueblos,
y hasta llegas a tener nuevos nombres.
Son muchos los que piensan en tu propio destino
cuando vas solitario por los tristes caminos,
contemplando al cielo que sangra sollozando ya cansado.
Callacas;
tu aroma se dilata como un lago de humo
y decides marcharte para siempre
separado de tu amigo,
en la gloria de las arenas y las nubes.
Alejandro Núñez Ureta
ALEJANDRO NÚÑEZ URETA
Esa mancha fugitiva en el cielo de tu acuarela,
era un sollozo de la tarde en su agonía,
mientras el caudal de oro de su fondo,
oro viejo, vibraba trascendiendo
como un lamento de violines.
A la orilla de mis ojos,
abarcándolas mi ávida mirada,
sus nubes blancas eran blancas mensajeras
de ternura para mi alma…
El árbol deshojado que aún sentía su corazón
lleno de trinos, ahí se estremecía
en cita con el viento,
su flaca sombra solitaria sobre el camino
extendía sus brazos como en espera
de tu sombra, Alejandro…
El alma de tus manos y las manos
de mi corazón refrescan ahora esa acuarela
bajo el cielo de tu ausencia,
empero, tendiéndole la seda de sus alas
revolotea sobre ella una golondrina
como el signo ágil de tu muerte.
Guillermo Mercado
“No puedo mirar sin lágrimas
los campos que tú cubriste
con tu ternura callada.
Por todas partes encuentro tu mirada
y veo siempre tus manos
pintando las montañas.
Tus pinceles se han dormido
a los bordes de las chacras
despertarán algún día
en alguna madrugada
cuando se haga el milagro
y se escuchen tus palabras
por el río, por los arboles
en tus dulces pinceladas
pinten el paisaje eterno….”
Carmela Núñez Ureta
(Hermana de Alejandro Núñez Ureta)
A MI PADRE
En estos momentos el silencio embriaga mi alma,
son tan espaciosos los años idos, las risas contagiosas;
esas tertulias de pinceles en tus verdes suelos,
el trajinar por tus chacras, los bordos, los ríos, las montañas,
las rondas bajo tus almohadas limpias del ayer;
Si… sin ti …
los campos se quedaron sin vestido
y los canarios se fueron del nido.
Emigraste dejando una marca profunda,
huella que cala el alma en lo más hondo de nuestro ser;
Hoy… ya no palpitas…
y en este instante que compartimos tu ausencia
haremos revivir esas manos briosas,
esa sonrisa de domingo, quieta, callada, lisonjera,
el color limpio de tu cielo, la transparencia de tu persona
en un tierno… amanecer.
Hoy…
te deleitarás desde esa senda remota,
entenderás cuanto te idolatramos
en esta tierra “Arequipa” añeja que tanto te ama y sueña,
gozando tu arte… en este…
apacible y glorioso atardecer.
Carmela Núñez Yukimura
(Hija de Alejandro)